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¿Por qué los niños cada vez juegan menos? Por: Gladys Veracoechea Psicóloga infanto-juvenil

Ocurrió en mi consulta, un niño de 6 años me comentó que lo único que le gustaba jugar era con los videojuegos. Me preguntó por qué razón yo solo tengo “juegos antiguos”. Los “juegos antiguos” son esos que cada vez vemos menos en las casas y, lamentablemente, en muchos colegios. Me refiero a los rompecabezas (puzles), juegos de memoria, juegos de mesa, de actividad psicomotriz fina, etc. Me preguntó ¿y con quién juegas? Le respondí que con los niños que, como él, venían a mi consulta. Me respondió “ya… pero tienes los juegos y tienes con quién jugar”.

Dos grandes afirmaciones que fueron el inicio para explorar lo que realmente le ocurría dentro de su dinámica familiar. La preocupación de los padres se centraba en que el niño tenía muy mal humor, hacía rabietas y se enfrentaba a las normas dentro de la casa.

Este niño me confirmó varias cosas muy importantes, que vemos con frecuencia con los niños pequeños y quiero exponer aquí. Los niños, en general, cada vez juegan menos, lo cual trae consecuencias negativas, y esto ocurre por diversas razones:

  • En primer lugar, la mayoría de los niños hoy en día, no tienen juegos educativos (o tienen muy pocos), de esos “juegos antiguos” que favorecen diversos procesos del desarrollo infantil. Sus juegos están relacionados con los videojuegos, móviles y tabletas, que son los equipos básicos para jugar. Quedó muy atrás el tiempo en el que la actividad corporal, el seguimiento de unas instrucciones precisas para jugar, la estimulación del sentido del tacto ante los diversos materiales, la necesidad de concentrarse tanto en su jugada como en la de sus compañeros de juego, llenaban un espacio de tiempo en el que los niños aprendían sin darse cuenta. Los videojuegos crean caminos de aprendizaje en el cerebro de los niños, pero para un mundo virtual, no para un mundo real. El cerebro se adapta a esa forma de aprendizaje, que difiere en gran medida a lo que luego se encuentran en las clases de los colegios.

Como una muestra, podemos decir que algunos esos “juegos antiguos”, favorecen estos procesos del desarrollo:

-Juego con puzles-rompecabezas: atención-concentración, capacidad de análisis y síntesis, coordinación visomotriz, relaciones espaciales, discriminación visual.

-Juego con cubos (tacos): coordinación visomotriz, noción de equilibrio, adquisición de formas-colores-tamaños, habilidades para planificar, etc.

-Actividades psicomotrices finas como recortar, pintar, dibujar, etc: coordinación visomotriz, atención-concentración, aprendizaje de colores y formas, definición de la lateralidad.

-Juegos de mesa: atención-concentración, capacidad para esperar turno, seguimiento de instrucciones, etc.

-Juegos psicomotrices en grupo: relaciones sociales, habilidades de lenguaje, actividad psicomotriz, seguimiento de instrucciones, atención-concentración, aprendizaje de normas, etc.

  • Los niños han perdido interés en jugar con esos “juegos antiguos” y la razón es evidente: los videojuegos y en general la actividad a través de los equipos electrónicos presentan estímulos visuales y auditivos muy intensos y rápidos. Como se señaló anteriormente, el cerebro se acostumbra a esta actividad, a este bombardeo de estímulos y, por lo tanto, cuando el niño está ante una actividad que depende exclusivamente de su propio ritmo, en la que debe planificar, prever, pensar, analizar, tomar decisiones para luego ejecutar… pierde el interés, se distrae, no logra concentrarse, el tiempo para realizar el juego se le hace muy largo, etc. Esas habilidades que debe poner en práctica con los “juegos antiguos” y que luego podrá potenciar a través de la actividad escolar, quedan relegadas a un segundo plano.

Sin embargo, luego se les exige en los colegios que estén atentos, que se concentren, que se interesen por las actividades, etc. Es evidente que cada vez será más difícil que los niños logren esto si no se trabaja durante toda su infancia en beneficio de que su cerebro se vaya configurando para desarrollar estas capacidades señaladas. Lamentablemente, muchos de estos niños luego son diagnosticados de TDA… y medicados.

  • La mayoría de las veces no tienen con quién jugar. Es muy frecuente ver cómo, si no hay otro niño para compartir (un hermano, un amigo), tampoco hay un adulto que dedique su tiempo a jugar con el niño. El tiempo que los padres dediquen a jugar con su hijo no es tiempo perdido, sino todo lo contrario. Además de realizar una actividad sana y que favorece aspectos de su desarrollo, también constituye un lazo que favorece el vínculo entre ambos. El juego es una excelente manera de que el adulto se baje a la posición del niño y pueda interactuar con él de forma sana y constructiva. Es ponerse a su mismo nivel, hablar su mismo lenguaje, crear una corriente empática alrededor de una actividad. Sin embargo, es una queja común en muchos niños que, cuando piden a un adulto que juegue con ellos, las respuestas son “tengo trabajo”, “ahora no puedo”, “estoy cansado”. De esta forma, los niños acaban con una tableta o un móvil en la mano, o viendo televisión, encerrados dentro de un mundo virtual y perdiendo numerosas oportunidades de interactuar con el mundo real.
  • Dentro de los hogares, lo común es que los padres dediquen el tiempo que están en la casa, a trabajar en los ordenadores o a interactuar con otras personas a través de sus móviles. Lo que los niños ven hoy en día, en la mayoría de los hogares, es que los padres cada vez leen menos, cada vez juegan menos… y cada vez se aíslan más con sus propios móviles y ordenadores.
  • Los niños cada vez tienen menos oportunidades de interactuar en ambientes abiertos. La actividad al aire libre favorece la actividad psicomotriz. Y la actividad psicomotriz favorece el desarrollo de procesos cognitivos, habilidades motoras gruesas y finas, procesos de lateralidad, esquema corporal, relaciones espaciales, etc. A cambio de esto, cada vez más, en lugar de jugar libremente en espacios abiertos, los niños pasan horas haciendo deberes o en actividades extracurriculares.
  • El tiempo de ocio pasó a ser también un tema en el olvido. Ese tiempo para “buscar qué hacer”, desarrollar actividades creativas, contactar con la música, el dibujo, buscar el contacto con dos amigos y un balón en lugar de una tableta o un móvil, interactuar con la naturaleza, correr, o simplemente conversar con los amigos cara a cara, son actividades que aportan elementos imprescindibles para lograr un adecuado desarrollo en los niños. De esta forma desarrollan su curiosidad, sociabilidad, se plantean preguntas, buscan respuestas… Pero en la actualidad, los niños prácticamente no tienen tiempo libre. Todo está planificado y calculado para que estén ocupados todo el día. El tiempo de ocio también es necesario, es el momento para pensar, crear y estar en contacto con ellos mismos.

Pensemos en los niños, en su futuro, en lo que podemos aportarles estando muy cercanos a ellos, jugando, conversando, interactuando, respondiendo a sus preguntas, queriéndolos, estableciéndoles un sistema de normas y límites que les dará seguridad y estabilidad. Sin móviles ni tabletas, solo estando juntos y realizando actividades de esas, con “juegos antiguos”…

La niñez pasa muy rápido, pero esos pocos años son la etapa de la vida en la que aprendemos todo lo que posteriormente seremos en la edad adulta…

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