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Orientación a padres: el reflejo cutáneo plantar

pies de bebés

Para sentirse como un neurólogo de los grandes…

El reflejo cutáneo plantar

Prof. Dr. Roberto C. Frenquelli
El reflejo cutáneo plantar en el primer año de vida
Para sentirse como un gran neurólogo francés…
Prof. Dr. Roberto C. Frenquelli
Como podemos ver en la ilustración, este bebé de poco más de dos meses, presenta casi “espontáneamente” la flexión dorsal de su dedito gordo junto una ligera apertura en abanico del resto de los deditos, fundamentalmente del más pequeño.
Lo de “casi espontáneamente” busca resaltar que la actividad refleja de esta zona se pone en juego con múltiples estímulos, como podría ser en este caso el simple roce del talón por parte de quien lo está sosteniendo.
El cutáneo plantar, tanto en el niño como en el adulto, debe buscarse siguiendo la indicación canónica de presionar con una punta roma, como podría ser el capuchón de una birome, con suavidad y constancia, sin brusquedad, el recorrido que va desde el talón hasta los dedos, mejor por el flanco lateral.
La flexión dorsal, acompañada o no por la apertura en abanico, es denominada en el adulto como Signo de Babinski. No es correcto hablar de “Babinski positivo”, mucho menos de “Babinski negativo”. El signo, cuando aparece, es siempre el mismo. Si no aparece, no es “negativo”; hablamos directamente de reflejo cutáneo plantar, con su respuesta esperable en flexión plantar. No se trata de un “Babinski negativo”.
Los exquisitos semiólogos del recién nacido, entienden que la respuesta en flexión dorsal, que puede obtenerse en el bebé de un año, tal vez de dos, no es realmente el signo de Babinski. Este reflejo quedaría confinado al adulto, expresando lesión piramidal. Por ejemplo, en una persona hemipléjica, es habitual obtenerlo. La lesión del haz córtico espinal, llamado piramidal, siempre cruzada, hará que se liberen reflejos inferiores que dan la respuesta dorsal, siempre expresada con cierta “majestuosidad”, entendiendo por tal un lento y sostenido movimiento. Lo cierto es que en las observaciones habituales, les resultará sencillo estimular suavemente la planta del piecito, con un leve roce de un dedo, para “sacar” el reflejo. Se sentirán neurólogos de los grandes! Como Charcot, maestro de Freud; como Babinski y tantos otros.
La persistencia en el tiempo de la flexión dorsal en el bebé indica la necesidad de valorar algún grado de lesión neurológica.
Lidia Coriat explica que en el recién nacido, hasta algo más del primer año de vida, está en relación al reflejo de prensión plantar, primo hermano del de prensión palmar. Están conectados a la vida arbórea, a la presencia de habilidades conexas a nuestros parientes cercanos, los chimpancés. Para quienes sostenerse colgado en las ramas de los árboles es fundamental para la supervivencia.
Cuando el bebé humano va perdiendo el reflejo de prensión plantar, al igual que en el caso del palmar, se va produciendo algo así como “la liberación de la planta del pié”, quedando dispuesta para la bipedestación y la marcha. Eso, como sabemos se va manifestando gradualmente, ante la sorpresa y algarabía de propios y ajenos, alrededor de los doce meses.
Hay una correlación entre el cutáneo plantar del bebé, como quedó dicho el mal llamado Babinski del bebé, y el reflejo de prensión plantar. La extinción de ambas respuestas augura uno de los cambios más rotundos de nuestras habilidades. Esa que nos permite liberar la mano, ampliar la mirada al horizonte, mostrar nuestros genitales sin ambages, otear “desde lo alto” tanto lo peligroso como lo deseado, caminando con por las sendas de la vida con el garbo de aquellos primeros habitantes de las sabanas del África. Allí donde parece haber comenzado la gran aventura del hombre.

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